(MEJOR PARA TU HISTORIA)
Si alguien puede enseñarte a pasar vergüenza, ese soy yo. Tengo un grado de temor al ir a una fiesta, o a la casa de mis amigos, porque sé que el episodio humillante será protagonizado por mí.
Mis amigos hacen su risa gracias a mi desgracia, en especial cuando el suceso es irreparable. En la casa de Raúl, por ejemplo. Mi perra Lola había tenido cachorros y él me pidió uno, así que me invitó a su casa a cenar. Durante la comida me di cuenta de que solo quería que fuera para que le llevase el perro, puesto que é no quería hacer el viaje hasta mi casa. Paulatinamente, el ambiente se fue poniendo menos tenso y las palabras con gracia fueron aumentando. El alcohol comenzó a hacer efecto en todos y la noche seguía su curso, pero nadie se daba cuenta. Cuando alguien se percató de la hora ya eran las tres de la madrugada. Me invitaron a dormir, porque sino debían pagarme el viaje hasta mi casa, y serían aproximadamente treinta pesos. Tiraron un colchón entre la cama de raúl y la de Emma, y ahí dormiría yo. Me desmayé de sueño al instante y a la mañana siguiente me despertó el padre de familia. Me dijo:-El perro que tragiste se descompuso y te vomitó todo el cuello.-
Y en el colegio, con Raúl de compañero, recibí un codazo accidental de una profesora de química al reaccionar cuando se quemó con el mechero de Bulsen. Todos se reían y yo no entendía por qué. A mí me dolía. Me llevaron con la nariz sangrando a la enfermería, y me pusieron algodón para detener la hemorragia. De haber sido un taponcito simplemente no hubiera hecho tanto escándalo. Pero pusieron en mi nariz un puñado de algodón y me ordenaron que volviese al aula. Me animé a expresar mi queja:- No, loco. Yo me quiero quedar. Se me van a reir los cuates. Me da vergüenza. Si me quedo me porto bien.-
Hicieron oidos sordos a todas mis súplicas y me llevaron al aula. Cuando entré un Coro Kennedy de carcajadas me estaba esperando.
-¡Mirá!¡Llegó Papá Noel!- decían unos.
-¡Sosa!¿¡Qué hacés con ese conejo en la nariz?!-decían otros.
Y así, muchas ocaciones más, como cuando Miguel desayunó Coca-Cola con Chocolate Coffler blanco. Se sentaba en el fondo del salón de clases, al lado mío. Aquel día teníamos exámen, y comenzó a tener retorcijones de vientre. En el momento de mayor silencio Miguel se movió de su silla a un lado y se tiró un pedo asqueroso y sonoro que toda la clase lo escuchó, a excepción de la profesora. Todos miraban inquietos a nuestro rincón y yo moría de risa. Miguel me miró con asco y se tapó la nariz con la remera, insinuando que había sido yo. Su seriedad me causó más risa, hasta convertirla en carcajada. La profesora miró al curso y preguntó:-¿Qué pasa?-
-¡Es que Sosa se cagó, profe!-contestó Miguel.
Puedo pasarme la noche contando estas historias, como cuando hice que una ventosidad anal suene tan fuerte hasta producir eco... A MEDIA MISA. Ni el cura se salvó de la risa. O cuando no encontré mejor idea que explicarle algo a mi hermana contándole un chiste, y después no podía hacerla parar de carcajear. El problema era que en un velorio todos están tristes, pero ella se veía muy feliz.
La que más me gustó fue cuando me mandaron a comprar tres kilos de chorizos en bicicleta, y cuando volvía me crucé a dos compañeras de la escuela, las más lindas del colegio. Por hacerme el hermoso SUFRÍ vergüenza cuando se me rompío la bolsa de chorizos que estaba colgada en el manubrio de la bicicleta, dejándolos caer. Estas hijas de puta se me cagaban de la risa, y ahí estaba yo, tratando de sacar uno que cayó en la bocacalle.
¡Un bajón!
Si alguien puede enseñarte a pasar vergüenza, ese soy yo. Tengo un grado de temor al ir a una fiesta, o a la casa de mis amigos, porque sé que el episodio humillante será protagonizado por mí.
Mis amigos hacen su risa gracias a mi desgracia, en especial cuando el suceso es irreparable. En la casa de Raúl, por ejemplo. Mi perra Lola había tenido cachorros y él me pidió uno, así que me invitó a su casa a cenar. Durante la comida me di cuenta de que solo quería que fuera para que le llevase el perro, puesto que é no quería hacer el viaje hasta mi casa. Paulatinamente, el ambiente se fue poniendo menos tenso y las palabras con gracia fueron aumentando. El alcohol comenzó a hacer efecto en todos y la noche seguía su curso, pero nadie se daba cuenta. Cuando alguien se percató de la hora ya eran las tres de la madrugada. Me invitaron a dormir, porque sino debían pagarme el viaje hasta mi casa, y serían aproximadamente treinta pesos. Tiraron un colchón entre la cama de raúl y la de Emma, y ahí dormiría yo. Me desmayé de sueño al instante y a la mañana siguiente me despertó el padre de familia. Me dijo:-El perro que tragiste se descompuso y te vomitó todo el cuello.-
Y en el colegio, con Raúl de compañero, recibí un codazo accidental de una profesora de química al reaccionar cuando se quemó con el mechero de Bulsen. Todos se reían y yo no entendía por qué. A mí me dolía. Me llevaron con la nariz sangrando a la enfermería, y me pusieron algodón para detener la hemorragia. De haber sido un taponcito simplemente no hubiera hecho tanto escándalo. Pero pusieron en mi nariz un puñado de algodón y me ordenaron que volviese al aula. Me animé a expresar mi queja:- No, loco. Yo me quiero quedar. Se me van a reir los cuates. Me da vergüenza. Si me quedo me porto bien.-
Hicieron oidos sordos a todas mis súplicas y me llevaron al aula. Cuando entré un Coro Kennedy de carcajadas me estaba esperando.
-¡Mirá!¡Llegó Papá Noel!- decían unos.
-¡Sosa!¿¡Qué hacés con ese conejo en la nariz?!-decían otros.
Y así, muchas ocaciones más, como cuando Miguel desayunó Coca-Cola con Chocolate Coffler blanco. Se sentaba en el fondo del salón de clases, al lado mío. Aquel día teníamos exámen, y comenzó a tener retorcijones de vientre. En el momento de mayor silencio Miguel se movió de su silla a un lado y se tiró un pedo asqueroso y sonoro que toda la clase lo escuchó, a excepción de la profesora. Todos miraban inquietos a nuestro rincón y yo moría de risa. Miguel me miró con asco y se tapó la nariz con la remera, insinuando que había sido yo. Su seriedad me causó más risa, hasta convertirla en carcajada. La profesora miró al curso y preguntó:-¿Qué pasa?-
-¡Es que Sosa se cagó, profe!-contestó Miguel.
Puedo pasarme la noche contando estas historias, como cuando hice que una ventosidad anal suene tan fuerte hasta producir eco... A MEDIA MISA. Ni el cura se salvó de la risa. O cuando no encontré mejor idea que explicarle algo a mi hermana contándole un chiste, y después no podía hacerla parar de carcajear. El problema era que en un velorio todos están tristes, pero ella se veía muy feliz.
La que más me gustó fue cuando me mandaron a comprar tres kilos de chorizos en bicicleta, y cuando volvía me crucé a dos compañeras de la escuela, las más lindas del colegio. Por hacerme el hermoso SUFRÍ vergüenza cuando se me rompío la bolsa de chorizos que estaba colgada en el manubrio de la bicicleta, dejándolos caer. Estas hijas de puta se me cagaban de la risa, y ahí estaba yo, tratando de sacar uno que cayó en la bocacalle.
¡Un bajón!

3 comentarios:
hey!!! sos el q mejor la pasa!! a pesar de todo se rien de vos y con vos... o me vas a decir que no? por lo menos estas siempre que pasa algo...!
=)
son dos cactus en uno, Gregorio es uno, Teresita es la otra especie, es el otro cactus... por la forma fálica le puse Gregorio...!
jajajajJ!
Pobre Darío!! Pero por lo que veo mucho no te afecta, te reís de vos, y te acordás con humor, eso es muy bueno!
Reviví :)
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