La luz se apagó en cuanto cruzó la puerta de mi habitación. Pedí que no la cerrara, la soledad y la oscuridad hacen una dramática pareja. Pero no me escuchó. No podía moverme, y encerrado en una nube de tormenta solo podía clavar mis ojos en cualquier lugar que pareciese distinto, más claro, o donde el eco de la luz que acababa de abandonarme dejaba su alma remanente. Un haz de luz, imaginario.
Me acordé de papá. Él me había dicho que no hacía falta mentir para hacer creer. Lamentablemente, la personalidad de mi padre lo hacía muy bueno para dar consejos, pero incapaz de dar el ejemplo. Un mal día, cayó en casa caminando como si fuese en la cubierta de un barco. Mi madre lo regañó alegando alcoholismo tedioso, y lo mandó a dormir la mona. Él se defendía como podía diciendo que estuvo trabajando y comenzó a sentir más fuertes los mareos que lo venían desorientando desde hace una semana. Desde entonces tuvo que acostumbrarse a caminar despacito, como lo hacían esos viejos a los que nunca se iba a unir, porque él estaba lleno de vida.
La peor de las partes de una persona es la dependencia, creo yo. Mi papá dependía de nosotros y nunca exteriorizó el desagrado de tal necesidad. Se quejaba pura y exclusivamente de sus dolores y de que nosotros no podíamos sentirlos, de tal manera, creíamos que él gritaba más de lo que le dolía.
En una ocación, murmurando como para él mismo dijo:- ya no quiero vivir más.
Me quedé congelado, con mis ojos instalados en sus ojos perdidos. Intenté decirle que nunca volviese a decir eso, que por muchas razones nosotros cuidábamos de él, y una de esas es porque lo queríamos vivo. Pero no pude, un nudo se aferraba en mi garganta impidiendome hablar, incluso respirar. Era inevitable prever el final de su sufrimiento, que el día que nosotros lloremos la desaparición de mi padre, él estaría aliviado para siempre. Casi como una ironía, la diferencia estaba en que esto era así, sin ironía.
Y verlo llorar... era la perdición de cualquier alma feliz que vagase por la casa. Verlo materializar angustia, arrugar la cara y emitir un sonido sordo era exactamente la manera en que llora un incomprendido. Porque, nuevamente, no podíamos sentir la angustia real que mi padre estaba padeciendo.
Una voz, muy pero muy dulce me preguntó, sin encender la luz: -¿Está despierto?
No contesté, porque estaba tratando de comunicarme con la piedad, el perdón y el arrepentimiento. Sin poder moverme de mi cama.
2 comentarios:
Así pasa... así nos pasa. El día que nosotros sufrimos es el día que ellos están en la plenitud de su ser... un poco irónico, sí.
es increible como todavía el rompecabezas no se termina de armar y me seguís descertando, tu personalidad se te reflejada en lo que escribis pero todavía no termino de comenzar a formar tu imagen en mi mente. A veces tus palabras me llegan dentro. Y es increible la transparencia que logras, te felicito por eso, he sido dotada con una imaginación muy poderosa y a eso sumado lo que me facina el cine acabó de imaginarme un corto alucinante en blanco y negro con cada una de tus palabras, la verdad muy muy bueno. muy triste,pero lo releeria muchas veces.
cumplí con mi promesa y volví para leer lo que escribiste, gracias por no actualizar la entrada,
saludos desde el otro lado de la web! Grecia
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