Había una sola razón por la cual sentirme bien, pero en realidad... fue la que inventé e instalé en vos. Me convencí de eso, me convencí de que el amor y la coincidencia que había entre nosotros dos era precisamente eso... amor y coincidencia; pero que por alguna razón extraña -tan extraña como el destino y la suerte- nos encontramos, nos conocimos, nos gustamos, y fuimos por más. ¡¡Qué bien!! decía yo, pero no percibí lo mismo de tu parte.
Honestamente me sentí solo, pero no dejaba mi convicción por nada en el mundo, como si fuese mi arma de defensa, mi nombre o mi propio honor. Era lo que yo quería, deseaba y el motivo por el cual estaba ahí. Era mi razón para no quedarme en casa... porque a pesar de haber sido tan rebuscada la manera de quererte, de haber sido el peor de los romances y no dejar nada para un futuro remotamente probable... la idea de seguir era por no quedarme OTRA VEZ en el camino, de no abandonar la lucha por lo que ansío y por recibir a diario esa sensación tan extraña y con tanta pasión cada vez que me abrazabas....
Todo eso perdí, todo eso resultó ser la mejor parte de la etapa más triste de mi vida. esa parte fuiste vos, esa parte.... quedó en vos.
para nunca más volver a pisar terreno peligroso, "propongo firmemente no pecar más y evitar todas la ocaciones próximas de pecado"
Amén.
Yo soy todo esto:

- El Rey De Los Hotros
- Creo que me tomo demasiado en serio lo subjetivo. Y mis objetivos son tan irreales, que parecen subjetivos.
domingo, 28 de junio de 2009
jueves, 11 de junio de 2009
A LOS OCHO AÑOS...
Martes 8 de agosto de 2006
A los ocho años el día duraba bastante y me deprimía cuando llegaba el atardecer. Hoy, a los 80, me dura poco, se hace largo cuando hay ansiedad por ver a alguien o hacer algo. Y el atardecer me preocupa. A los ocho años me gustaba que la gente me dijera que estaba grande, que crecía como juncos. Hoy ya no crezco, solo me deterioro, pero igual me dicen que crezco como juncos, pero por maleza.A los ocho años el día de mi cumpleaños lo esperaba como si viniera el Mesías, y me gustaba ver que todos eran llamados por mi atención. Hoy mi cumpleaños me deprime igual que Navidad y Año Nuevo, y un FELIZ CUMPLEAÑOS A LAS 4 DE LA TARDE no es muy lindo cuando llevás 8 horas de verlos.A los ocho años no entendía por qué mi mamá miraba para arriba y reclamaba mientras lloraba. Hoy entiendo que ese que recibía los reclamos era Dios, y que gracias a él mi mamá ya no se movía por sí misma, sino por su creencia.A los ocho años me sentía muy mal cuando mi papá volvía de trabajar con cara de deprimido. Hoy sé que no tuvo la culpa de que mi mamá se enamorara de Dios más que de él. A los ocho años mi estado de ánimo cambiaba constantemente dependiendo de mis fracasos y glorias. Hoy estoy deprimido, y si estoy contento es porque me olvidé de por qué estaba triste.A los ocho años tenía muchos amigos, y quería tener más, porque con ellos me divertía y jugaba un montón. Cuando empecé a querer y necesitar de ellos fueron desapareciendo por sus cosas de la vida. Yo jamás me moví, porque esperaba que ellos me llamaran. Hoy son dos o tres los que llaman, y no dicen nada. Yo llamé, pero no había nadie en casa.A los ocho años me reía de la gente con defectos físicos, como muchos de mis amigos. Hoy, muchos de esos amigos se rien de mis defectos físicos.A los ocho años quería ser grande para poder hacer las cosas que los grandes no me dejaban hacer de chico. Hoy quiero ser chico porque muchos grandes se comportan mal conmigo, porque también soy grande. A los ocho años quería ser como mi papá. Hoy deseo que mi papá sea como yo, solo para no tener esos choques pelotudos, de dos pelotudos.A los ocho años me gustaba escuchar música y hacer la mímica frente al espejo, con los grupos de cumbia que más me gustaban. Hoy me escucho música frente al espejo, y me di cuenta de que ese que está actuando del otro lado, el del reflejo, nunca va a poder hacer las cosas que yo hago. A los ocho años quería amar a una mujer más que a mi mamá. Hoy veo que alguien podría amarme, pero no más que mi mamá. A los ocho años quería vivir. Hoy quiero volver a vivir.
Dedicado a CPQ, Laura, Marisol y a alguien que no puedo nombrar.
© Copyright 2006. Todos los derechos reservados.
Manoseado por Mustapha Ibrahim
A los ocho años el día duraba bastante y me deprimía cuando llegaba el atardecer. Hoy, a los 80, me dura poco, se hace largo cuando hay ansiedad por ver a alguien o hacer algo. Y el atardecer me preocupa. A los ocho años me gustaba que la gente me dijera que estaba grande, que crecía como juncos. Hoy ya no crezco, solo me deterioro, pero igual me dicen que crezco como juncos, pero por maleza.A los ocho años el día de mi cumpleaños lo esperaba como si viniera el Mesías, y me gustaba ver que todos eran llamados por mi atención. Hoy mi cumpleaños me deprime igual que Navidad y Año Nuevo, y un FELIZ CUMPLEAÑOS A LAS 4 DE LA TARDE no es muy lindo cuando llevás 8 horas de verlos.A los ocho años no entendía por qué mi mamá miraba para arriba y reclamaba mientras lloraba. Hoy entiendo que ese que recibía los reclamos era Dios, y que gracias a él mi mamá ya no se movía por sí misma, sino por su creencia.A los ocho años me sentía muy mal cuando mi papá volvía de trabajar con cara de deprimido. Hoy sé que no tuvo la culpa de que mi mamá se enamorara de Dios más que de él. A los ocho años mi estado de ánimo cambiaba constantemente dependiendo de mis fracasos y glorias. Hoy estoy deprimido, y si estoy contento es porque me olvidé de por qué estaba triste.A los ocho años tenía muchos amigos, y quería tener más, porque con ellos me divertía y jugaba un montón. Cuando empecé a querer y necesitar de ellos fueron desapareciendo por sus cosas de la vida. Yo jamás me moví, porque esperaba que ellos me llamaran. Hoy son dos o tres los que llaman, y no dicen nada. Yo llamé, pero no había nadie en casa.A los ocho años me reía de la gente con defectos físicos, como muchos de mis amigos. Hoy, muchos de esos amigos se rien de mis defectos físicos.A los ocho años quería ser grande para poder hacer las cosas que los grandes no me dejaban hacer de chico. Hoy quiero ser chico porque muchos grandes se comportan mal conmigo, porque también soy grande. A los ocho años quería ser como mi papá. Hoy deseo que mi papá sea como yo, solo para no tener esos choques pelotudos, de dos pelotudos.A los ocho años me gustaba escuchar música y hacer la mímica frente al espejo, con los grupos de cumbia que más me gustaban. Hoy me escucho música frente al espejo, y me di cuenta de que ese que está actuando del otro lado, el del reflejo, nunca va a poder hacer las cosas que yo hago. A los ocho años quería amar a una mujer más que a mi mamá. Hoy veo que alguien podría amarme, pero no más que mi mamá. A los ocho años quería vivir. Hoy quiero volver a vivir.
Dedicado a CPQ, Laura, Marisol y a alguien que no puedo nombrar.
© Copyright 2006. Todos los derechos reservados.
Manoseado por Mustapha Ibrahim
Etiquetas:
HUMANIDAD DE MIERDA,
Mis Ojos te Dicen
martes, 2 de junio de 2009
PATRIARCA
Habré escuchado por tantos hombres decir que siempre nos acordamos del vivo cuando ya está muerto. Siempre nos acordamos de sus huellas en nuestras vidas cuando ya está en su traje de pino. Nunca nos acordamos de decir TE QUIERO antes de que sea imposible escucharlo. Pero es tan humano como la necesidad de llorar ante la pérdida de los seres más queridos. Particularmente, mi dolor fue el de los demás. Yo vi al Patriarca sufrir largas noches en vela por una molestia que, según nosotros no tenía razón de ser. Yo vi al Viejo Sosa rezarle a la Virgen María y pedirle un alivio para su estado. Yo escuché al abuelo decir que ya no tenía ganas de seguir viviendo. Yo lo vi llorar, lo vi reirse de sus memorias, lo vi dormir y despertar sin que se diera cuenta. Yo vi al viejo en la peor situación, y junto a sus discípulos, más de una vez salió de la desidia de la muerte. Seguía peleando, porque era su vida, y ninguna enfermedad se lo llevaría sin antes toparse con su necedad. Bajó los brazos mil vces, pero nunca dejó de levantarlos otra vez. Y hoy, finalmente su lucha ha dejado de pelear.
Es inevitable pensar en la forma que tomará el Patriarca, adónde irá, con quién se reencontrará, qué verá de nosotros en esa casa que dejó con dolor. No sé si él sigue acá, viviendo en las cosas que dejó, que a pesar de que no me lo traen otra vez, puedo sentir su presencia. Puedo sentir que el viejo nos mira más de cerca que nunca. Puedo oler y tocar la ropa impregnada de ese olor que solo pertenece a una persona. Él está acá también, carajo.
A pesar de la pérdida, creo que no soy el único que al enterarse sintió alivio: él ya no sufre, no le duele nada, nosotros estamos tranquilos por eso y por necesidad de sentirnos mejor recordamos los momentos más graciosos, alegres y felices que pasamos con él. Si es que lloré, creo que fue por no poder vivir eso otra vez con él, por no haber aprovechado el tiempo que me dieron. Y por esto también sentimos tristeza: por no haber aprovechado el tiempo que ahora no hay.
A mi abuelo, que si en algún lugar podes vernos y escucharnos, hay algo que quiero decirte:
¡¡Te quiero, viejo!!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)