Solo necesitaba una visita a la Sede para tomar dimensión de lo que es llamado Grandeza. A mí, que tantos años de imposición por familia, escuela católica y muchas películas sobre Cristo, no me terminaba de convencer sobre lo poderoso que podía ser, o lo insignificantemente debil. La Iglesia para mí era como la del barrio, llena de viejas que se quieren ganar un nicho en el Cielo, otras tantos arrepentidos de una vida lujuriosa y pecadora, y otros que querían quedarse en casa haciendo el asado del domingo al mediodía. En ese último grupo me incluía yo.
Pero... por alguna razón, que no pienso adjudicarle el misterio a Dios, me invitaron a la casa de unos parientes en Italia, un lugar llamado Ciampino muy cerca de Roma. El viaje fue increíblemente incómodo, pero no duró para siempre.
Cuando llegamos, el 15 de abril de 2009, coincidimos justo con la fecha de San Ezequiel, según el Santoral Católico. Este tipo fue enviado por Dios para animar al pueblo de Israel cuando fueron llevados cautivos a Babilonia. Al no conocerlo, creí que no era tan importante, tan famoso ni tan solicitado como lo fuera San Francisco de Asís o La Vírgen de Luján. El 15 de abril de ese año, mi bisabuelo materno, Leonardo Ezequielle Baracalli, hubiese cumplido 93 años de no haberse ido con la de negro. Y sin contarme el itinerario, fuimos todos a la Ciudad del Vaticano. ¿Para qué me lo iban a contar, si quiera o no quiera me iban a llevar igual? Por mi lado, no me imposrtó ir o quedarme en casa llena de italianos que solo hablaban italiano. Yo, un cero a la izquierda.
Calculé más de 20.000 personas, pero supuse que había más. Todos cantaban la misma canción, ya sea en los balcones, los de la plaza o los que habían quedado afuera. Era una gran masa hablando con la voz que se escucha fuerte, la que parece una sola, la que me hizo temblar. La devoción desbordaba, la gente se arrodillaba, miraba al Cielo y cantaba con tal alegría que creí estar en el Paraíso. Avancé hacia el centro de la plaza. la gente no se percataba de mi paso al abrirme camino, algunos apoyaban su mano en mi hombro, como si intentaran ayudarme a pasar. Y cuando llegué a la fuente vi la masa de otra manera. Al lado mío habían mujeres con sus hijos en alto, todos sudfando por el calor agobiante, nada distinto a un recital de Sandro de América. Pero al ver por encima de ellos, vi una multitud homogénea acaudalada, y todos estaban por la misma razón, esa fe que a mí no se me había aferrado. Entonces, por adoración, por convencimiento visual, por milagro o por lo que fuese, levanté mis brazos como lo hacían todos, vi celeste y mordí un perdón tan auténtico, tan profundo y sincero, que al bajarlos mi cara estaba empapada en lágrimas.
Y encima vi al Papa, el trompa de la Iglesia salió a dar la Misa en diez idiomas de los que nueve no entendí, pero en ese momento sí.
Me hubiese gustado que estuvieras ahí conmigo, solo para estar.
4 comentarios:
Y si todos, desde los balcones, la plaza y hasta los que habían quedado afuera, cantaban juntos Too much love will kill you? O si etonaban todos In the lap of the gods? O We are the champions? Yo creo que tu cara se hubiese empapado aún más. Uy, te imaginás eso?
Me acuerdo que desde que soy chiquita, lo que más me divertía siempre de las misas era el coro. Era a lo que más atención le prestaba, lo que me despertaba, lo que hacía que esa hora no sea tan larga... Y cuando no había coro y el cura recitaba... oh no!
lo interesante sería saber... a quién híba dedicada semejante en entrada!... (re chusma jaja)
yo con la religion. Vengo mal de los últimos 2 años para acá...
Es una historia complicada... Triste... Deprimente... Y abrumadora... Que no da para contar ahora.
Basta con decir que la última ves que fui a la iglesia salí con un ataque de nervios... Llorando desconsoladamente y diciendo a gritos que no volvería más!...
Nací dentro de la iglesia... No la católica... Sino más bien de esos a quienes la gente mal llama mormones... De quienes se dicen tantas cosas que no son verdad...
Mis padres eran miembros y al nacer comense a asistir... Durante 19 años la iglesia fue mi vida... No ir un domingo era sentirme vacía...
Hoy por hoy mi vida eclesiástica es totalmente distinta...
Hace unas semanas fuimos con la familia de mi novio a conoser el norte chileno y en cada pueblo visitabamos la iglesia del lugar...
Al entrar en ellas mi corazón daba un vuelco... Una mezcla de melancolía y confusión
es como que algo dentro de mi sigue palpitando...
Algo dice que en algún momento voy a volver...
Una suerte de esperanza... No se que...
que emoción lo que escribis vos... He sentido esa... Felicidad... Esa energía... Eso tan grande ... Que te hace sentir que no necesitas nada más...
Ojalá realmente no necesitarás nada más...
Ojalá ese sentimiento durará para siempre...
Ojalá no hubiese pasado nunca lo que pasó... Ojalá no hubiese vivido nunca ese día...
Aunque mentiria sí dijiera que está semana no me acorde de dios... Con lo de las vacaciones y en especial con el terremoto...
Mientras la casa se sacudia con toda la fuerza... Yo no hacia más que pedirle a dios que nos cuidara...
Y otra vez sentí que me escucho...
estas desaparecidisimo!!
todo bien??
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