Tiré mi mochila en el sillón y me desplomé en mi cama deshecha. Hoy fue un día que de haberlo salteado no hubiese perdido nada. Me aburrí demasiado, sumado a que no me gusta mi permisivo trabajo. Con un severo cansancio y los residuos del aburrimiento busqué pensamientos que me distrajeran de la realidad hasta quedarme dormido. Seguiría pensando, igual que todo el día.
Pensaba... en lo loca que se pondría Natalia si le devolviera todo lo que me dio. Gracias a la educación y la personalidad que recibí yo no soy vengativo, y no dudaría en volver a hacer lo que hice la última vez que la crucé: verla y ver que ella no me vio y hacer como que no la vi. Imaginé también un encuentro casual, una suerte de película con imágenes y escenas hechas a prueba y error que se modifican a cada instante en caso de no quedar bien, todo en cuestión de segundos. Yo viajando en tren, o caminando por la avenida, mejor esperando el colectivo, o saliendo de un kiosco, y Grecia que se acerca segura o sólo me mira dudosa, o espera a que yo la reconozca, yo no la veo pero ella sí, o al revés y a mí su cara me evoca mil fotos de internet y las hago coincidir con la cara de ella y sí, ¡Es Gracia! Involuntariamente su cara cambia y ahora es la de Claudia, Raúl, quizás Carlitos, no sé. Ya no sé con quién me puedo cruzar cuando voy a... ¿A dónde voy? Claro, a encontrarme con Isa, y automáticamente estoy parado en la esquina de Acoyte y Rivadavia esperando que llegue. ¿Acoyte y Rivadavia? No, mucha gente. Mejor la plazoleta de Rojas y Yerbal. Ahí está bien, ahora estoy sentado, ansioso, tranquilo, distraído, clavando la pupila en la vereda de enfrente que es por donde debería venir. Ahí está. ¿Será Isabel? No creo, no se parece en nada a lo que vi en su blog, pero se asemeja en algunos detalles que me imaginé de ella, flequillo, pelo suelto, hermosa cara, un bolso, mochila, cartera, manos vacías pero llenos de huellas de teclado y celular, y que se acerca a mí con una sonrisa que repele mi seriedad. Me doy cuenta de que se parece en todo a lo que había visto. Café y licuado. No, cerveza. ¿Cerveza? No va, mejor café, son las cinco y media de la tarde. ¿A la tarde? No, mejor a la noche... o a las siete de la mañana. Está muy fresca, jovial, contenta. Ojalá tuviese un USB en la cabeza para bajarme todos sus pensamientos. Contraseña, no hay código de acceso para entrar en sus sentimientos. Sonríe, se ríe, se caga de la risa igual que Raúl, igual que Emmanuel, igual que Mariela o Damián. No, Damián tenía risa chistosa. Me pregunto cómo será hoy la vida de este tipo que dejó de reirse. ¿Querrá que hablemos? ¿Extrañará como extraño yo las conversaciones interminables que teníamos hace ya... cuatro años? ¿De qué hablábamos? De su familia, de la mía, de su búsqueda de trabajo, la desesperación por abandonar el mío, sexo, mujeres, ex, futuras, actuales, inalcanzables y las que no podíamos rechazar. Nadie estaba exento. Por otro lado, un sábado más que pasara igual que pasaba con él, su novia y la mía que se llamaba Ansiedad, creo que lloraría de aburrimiento. Bueno, en realidad, no sé. Cuando conocí a Laura era callada y tímida, mientras que Damián tenía alma extrovertida y hablaba hasta por los bolsillos. Tiempo después, Laura hacía temas de conversación mientras que él guardaba sus comentarios bajo llave en su sarcástico y generoso silencio. Laura tenía pensamientos racionales más allá de nuestro entendimiento, pero con sugerencias en forma de preguntas hacía muy fácil comprenderla. Muy inteligente, pero a veces hacía la voz finita y parecía una nena de seis años. Odiaba eso, precisamente porque me hacía acordar a una compañera de la panadería, una mina sin dientes de 26 años que hacía voces que para ella resultaban graciosas. Paulatinamente mucha gente que conozco se fue deshaciendo de lo que hizo lo que somos, tal como pasó con Damián y los diálogos prolongados. También será mi culpa... Me gustaría volver a discutir nuestras diferencias, debatir nuevas ideas, inyectar empatía en ejemplos claros y tender la lona borrosa que separaba esa esquina donde estábamos hablando del resto del mundo, y que se desintegraba cuando nos poníamos de acuerdo, no debatíamos más y para no aburrirnos cortábamos por lo sano y nos íbamos cada uno a su casa a comer y dormir. Y hablando de dormir... todavía no me duermo, y me dieron ganas de hacer muchas cosas; como evadir a Natalia y enfrentar a Gracia en un cruce literario, encontrarme con Isabel y reencontrarme con Damián. No es todo lo que quiero hacer, sino que además, entre mil cosas, me gustaría agregar gente, lugares, situaciones y convinarlas. ¿Qué sería si descubro que Raúl es primo de Grecia, y que también es amigo de Rodrigo, quien mantiene una relación amorosa con Carolina, y por este motivo tiene que cruzarse con una amiga que yo no conozco pero que Emma sí, que al mismo tiempo es la madrina de la hija de Claudia y que conocío a Laura cuando fue a presentarse ante sus padres por vincularse con su hermano que no sé quién es pero que es amigo de mi ex Mariela, la única que dejó un ambiente agradable a pesar de la separación conmigo y que por tal motivo conocí a Inés (amiga de Raúl), Yésica, Valeria y Franco, dando sin querer con su amiga de la infancia, que es Isabel, a quién conocí de casualidad (no sé si tan de casualidad), todos en una joda en mi casa a la que todos asisten justo el día en que Eliana, Yanina y Mauro vienen a visitarme, y que todos conocen?
Esto es un abrazo popular. Esto debería ser así más seguido. Esto es un encuentro casual. Esto debe ser estar feliz.